La Mediación y la Teoría de Juegos

Cuando pensamos en la llamada Teoría de Juegos, hemos de tener en cuenta que su objetivo principal es estudiar el comportamiento que se supone racional ante situaciones de juego, donde existen interacciones dos o más personas a quienes llamamos jugadores. En las mismas, los resultados están condicionados a las acciones que realizan los agentes en cada momento o bien por turnos.

Si esto lo llevamos a la teoría del conflicto, nos encontramos en la utilidad de la aplicación de las reglas del juego, a la hora de la toma de decisiones en la negociación de la salida a un problema. Es por ello que un juego es cualquier situación en la cual compiten dos o más jugadores: hablamos de dominó, el ajedrez, las cartas y, por qué no, el monopoly, el juego del prisionero o el de las escenas.

Tres grandes escenarios se deben poner en cuestión cuando hablamos del éxito de un jugador para lograr el objetivo de ganar el mismo. Por un lado, el azar. Por otro, las reglas propias de ese juego y, por último, las destreza de la acción o toma de decisiones que cada jugador realiza, es decir, la estrategia relativa a la acción que ha de emprender un jugador en cada estado posible del juego.

La Teoría de Juegos en mediación

La Teoría de Juegos está ligada, principalmente, a las Matemáticas, pero hoy en día podríamos extrapolarla al trabajo del mediador. Pero, sobre todo, la principal aplicación a nuestras distintas ciencias es que intenta encontrar estrategias racionales en situaciones donde el resultado depende no solamente de la estrategia de un participante y de las condiciones del momento, sino también de las estrategias elegidas por otros jugadores, con objetivos distintos o coincidentes.

En los años 50, hubo un desarrollo importante de la Teoría de Juegos que arrancó de Princeton, con Luce and Raiffa (1957), Kuhn (1953), quien permitió establecer una forma de trabajar los juegos cooperativos. Pero fue el Premio Nobel, John Nash, quien en 1994  definió el llamado equilibrio de Nash y permitió extender la teoría de juegos no cooperativos a otros más generales que los de suma cero (aquellos en los que lo que gana un jugador lo pierden los demás).

Así, podemos hablar con cierto interés para los mediadores del llamado “dilema del prisionero”, del matemático Albert W. Tucker, quien en 1950 proporciona un ejemplo de la aplicación de la teoría de juegos a la vida real.En los mas de sesenta años que han pasado desde entonces, numerosos profesionales y científicos lo han utilizado, hasta el punto de ser un clásico para la determinación por ejemplo de  asignación de responsabilidades o adopción de decisiones para llegar a un acuerdo, entre otros.

Decisiones que, por la naturaleza de la mediación, son tomadas por los mediados, cuidando los mediadores que sean ellos lo que se atribuyan el éxito del acuerdo alcanzado.

Realmente adentrarnos en la Teoría de Juegos puede ser bastante más fácil de lo que parece. Se dice que “yo actúo de una manera, tú actúas de otra”, y, a partir de ese momento, “algo sucede” teniendo en cuenta que este resultado es producto de la decisión y de lo que cada uno hagamos.

El ‘dilema del prisionero’ en mediación


El “dilema del prisionera” analiza cómo el destino de cada uno depende de las acciones del otro.

Pero permitirme que, ya que lo hemos mencionado, os hable del conocido “dilema del prisionero”. Dos personas son arrestadas, encarceladas y se les fija la fecha del juicio. El fiscal del caso habla con cada prisionero por separado y les presenta una oferta:

  • si confiesa contra el socio, todos los cargos en su contra serán retirados y la confesión será usada como evidencia para condenar al otro. La sentencia que recibirá será de 20 años.
  • si no confiesa y su socio lo hace, será condenado a 20 años y su socio quedará libre.
  • si ambos confiesan, serán condenados a 5 años de prisión.
  • si ninguno confiesa, serán condenados a 1 años de prisión.

En el “dilema del prisionero”, el destino de cada uno depende de las acciones del otro. Individualmente, confesar sería la mejor opción, pero si ambos lo hacen el castigo es peor que si ambos callan.

“Cuando uno escoge algo, eso tiene un impacto en otras personas”, señala Paul Schweinzer, “La Teoría de los Juegos es tener en cuenta el impacto de mis decisiones en los otros cuando las voy a tomar“. Pienso que a partir de estas apreciaciones debemos tener muy en cuenta las estrategias a seguir ante una situación de conflicto que se nos presenta en la mesa de mediación.

Por eso, no se trata de aplicar este método en cualquier toma de decisiones, sino en las de tipo estratégico. Intentamos buscas acuerdos o soluciones donde no sea solo la pura intuición la que pongamos en valor

El análisis parte de predicciones del comportamiento de los demás, no del comportamiento en sí, sin conocer las decisiones de los otros jugadores. Es lo que sucede en una partida de ajedrez. El jugador por lo general antes de mover una pieza, piensa en la movida de su contrincante y adelantarse a la jugada para finalmente ganar. La toma de decisiones y el análisis se hacen siempre buscando una función de utilidad, un objetivo.

Cuando mediamos, la decisión que las partes tomen van a estar entrelazadas, de tal forma que la que tome una de las partes dependerá en buena medida  de las acciones y decisiones de la otra parte y viceversa.

Otro ejemplo de juego adaptado a la mediación, lo podemos encontrar en el llamado “hagamos un trato”. La premisa de este juego ha sido utilizada por muchas televisiones para entretener al público. Así el juego plantea a la persona que está concursando, por ejemplo en un programa de televisión, que debe escoger entre tres puertas. Detrás de una de ellas imaginemos hay un coche, mientras que detrás de las otras dos hay objetos de ínfimo valor.

Después de que el concursante escoja una de las puertas, el presentador abre una de las dos restantes.  Aparece una hucha. A continuación pregunta al concursante si desea escoger la otra puerta en lugar de la inicial.

Aunque de forma intuitiva parece que cambiar de puerta no aumenta las posibilidades de ganar el coche, lo cierto es que si el concursante mantiene su elección original tendrá ⅓ de probabilidad de obtener el premio y, si la cambia, la probabilidad será de ⅔. Este problema ha servido para ilustrar la reticencia de las personas a modificar sus creencias a pesar de que sean refutadas mediante la lógica.

“El transplante de corazón” aplicado en un proceso de mediación

Es muy común que en un proceso de mediación los mediados tengan que ir descartando posibilidades hasta que ellos mismos encuentran la solución. Aquí proponemos dividir en varios grupos, para analizar la siguiente situación.

Eres un cirujano de un gran hospital y perteneces a una comisión que debe tomar la importante decisión de determinar a qué persona vas transplantar de corazón, ya que solamente llegó un donante y hay 7 pacientes en espera urgente de dicho trasplante. ¿Qué paciente consideráis que debe recibir el trasplante? ¿Por qué? La comisión tiene que llegar a un acuerdo antes de 20 minutos y los pacientes son los siguientes:

  • Una famosa cirujana de 31 años, sin hijos y que está muy valorada.
  • Un profesor de 40 años que tiene dos hijos pequeños.
  • Una niña de 11 años que estudia música.
  • Una mujer joven de 15 años embarazada de 2 meses, soltera y sin hijos.
  • Un  sacerdote de 30 años.
  • Un joven de 17 años que con sus ingresos de camarero mantiene a sus padres.
  • Una mujer científica a punto de descubrir la vacuna del SIDA, lesbiana.

Todos han sido analizados y son perfectamente compatibles con el trasplante y debemos consensuar a quien lo haremos y argumentar la decisión, si no la dinámica no sería correcta. ¿Quién quedará finalmente?

No hay que olvidarse que son muchas las posibilidades de aprendizaje a través de la Teoria de Juegos, no solo para quienes diseñaron sus orígenes, los matemáticos, sino también para todos aquellos que, con esfuerzo y dedicación, nos dedicamos a que los demás vean una oportunidad, donde solo ven un problema.

Fuente: LoyolaAndNews.es