Y eso del Coaching, ¿qué es?

En los últimos años, se ha oído mucho hablar de esta disciplina, pero ¿acaso alguien explica lo que es? Y sobre todo, ¿qué narices hace este artículo en un blog de mediación? Pues, aunque parezca mentira, todo está muy relacionado.

Primero, veamos qué es el coaching y para qué sirve. Muchos han oído hablar de esto, pero no todos tienen muy claro de qué estamos hablando. Tradicionalmente, el coaching ha estado ligado al deporte. El coach (entrenador en castellano) se encarga de mejorar el rendimiento de sus atletas o jugadores, de forma que éstos sean los mejores y alcancen los objetivos marcados. Sin embargo, después de ver que esto funcionaba, se exportó al mundo empresarial y posteriormente al ámbito personal.

Una vez hecha esta pequeña introducción, dejaré de lado la historia. No quiero entrar en sus orígenes etimológicos del siglo XV-XVI ni en quién implantó antes qué tipo de coaching. El debate de qué fue primero, si el huevo o la gallina no es lo que me ha llevado a escribir este artículo.

Sí quiero centrarme en las extrañas ideas que han ido generándose acerca de esto a lo largo de estos últimos años. Cuando me certifiqué como coach Ejecutivo, recuerdo como un grupo de buenos amigos me dijeron lo siguiente: “Ahora que eres coach, nos solucionarás cualquier problema que nos surja, ¿no?”. ¡Resulta que pensaban que un coach valía hasta para conseguir que conociesen alguna chica con la que salir! Puedo entender este tipo de errores cuando sólo conocen la figura del entrenador ligada al deporte, donde consigue que todos logren el objetivo que se marquen. Todavía no se oía mucho lo de Coaching Ejecutivo o Coaching Personal y podía llevar a error.

Lo que no logro entender, es la idea que tiene gente que sí que conoce el Coaching, bien por haber sido coachee (el cliente del coach), bien porque en su entorno han oído hablar de este método. El concepto más común que tiene la gente acerca del Coaching, es la de un motivador. Además lo dicen como si se tratase de un mero sacacuartos… Sin comentarios.

Es cierto, que durante un proceso de Coaching, cuando el coachee está logrando una transformación deseada y buscada, sale motivado a afrontar cualquier situación que se pueda encontrar de ahora en adelante. Lo hace todo con más alegría y mejor. Pero eso no hace que el coach sea un motivador. El coach acompaña al coachee en su proceso, haciendo de espejo y ayudándole a ver qué quiere conseguir, cómo lo quiere conseguir, qué está haciendo para conseguir lo deseado y qué se lo impide. En todo caso, es el coachee el que toma la decisión de qué hacer y cómo hacerlo y no busca motivación en terceros, sino en sí mismo y en sus propios objetivos. Por tanto, podría decirse más bien que los motivadores sonlos coachees…

Ahora bien, ¿qué narices tiene esto que ver con la mediación? Un mediador ayuda a las personas a resolver conflictos entre ellas, mientras que un coach acompaña a alguien durante un proceso de aprendizaje y transformación. Entonces, ¿están relacionados? Pues están muy relacionados. No por sus objetivos o funciones. Tampoco por el papel de cada uno dentro de los distintos procesos. Están relacionados en los métodos utilizados.

Tanto el coach como el mediador trabajan a través de la comunicación. Ayudan a personas que traen emociones contenidas y trabajan con esas emociones para que no supongan una limitación al proceso, sino un empuje que lo ayude a progresar. En mediaciones familiares, cuando se trabajan esas emociones, se logra que las personas alcancen acuerdos por sí mismas de manera rápida y directa. Lo mismo sucede con el Coaching. Cuando el coachee deja de lado las emociones o creencias limitantes, logra avanzar y consigue cosas que antes no creía posibles.

Las preguntas, importantísimas en ambas disciplinas, al igual que en la mediación, siempre van enfocadas al futuro y son abiertas, de forma que se obtenga más información por parte del cliente con el fin de poder ayudarle mejor.

Aunque parezca mentira, esto ayuda a mejorar como mediador, y sobre todo, a entender más a los mediados cuando traen sus emociones y sus vivencias a la mediación. Puedo asegurar, que una vez se sientan escuchados y entendidos, podremos pasar a hablar de soluciones con la otra parte. Hacerlo antes de tiempo, lo único que conseguiremos es que fracase la mediación, bien porque se cierre sin acuerdo, bien porque el acuerdo que se alcance sea tan frágil o incompleto que no solucione nada.

Es cierto que se trata de un anglicismo y que la traducción al castellano de coach es “entrenador personal”, pero no puedo evitar que me chirríe como suena cuando se pronuncia a lo espanglish. Coaching, a pesar de que se escribe con la O y la A juntas, se pronuncia “couching”. Al igual que coach se pronuncia “couch”, y no “coch”, “coush” ni “coach”. Coachee, por su parte, se pronuncia “couchí”.

Fuente: elBlogdelMediador.com